Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil

...Pues como todo poder que se concede con el encargo de cumplir un fin determinado ha de limitarse a la consecución de ese fin, siempre que el fin en cuestión sea manifiestamente olvidado o antagonizado resultara necesario retirar la confianza que se había puesto en quienes tenían la misión de cumplirlo; así, el poder volverá a manos de aquellos que lo concedieron, los cuales podran disponer de él como les parezca más conveniente para su proteccion y seguridad. De este modo la comunidad, conserva siempre un poder supremo de salvarse a si misma frente a posibles amenazas e intenciones maliciosas provenientes de cualquier persona, incluso de los legisladores mismos; pues puede ocurrir que éstos sean tan insensatos o tan malvados como para planear y llevar a cabo proyectos que vayan contra la libertad y la propiedad de los súbditos....
John Locke


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lunes, 7 de febrero de 2011

EGIPTO. El desgaste como estrategia para mantenerse en el poder. Un Pronostico politico.

Introducción.


La predicción no es tarea de la ciencia en general, ni de las ciencias sociales en particular. En la mente de muchos se anida la certeza de que si tan solo los expertos estuviesen mejor informados y fuesen mas objetivos serian capaces de prever los cambios Las experiencia ha demostrado, sin embargo, que mientras mas inusual y de mayor impacto es un evento, mas difícil es predecirlo. En otras palabras la precisión de una predicción es inversamente proporcional a su importancia.

En el terreno político el problema estriba en que la lucha por el poder se beneficia del conocimiento, y produce un incontenible impulso dirigido a controlar los eventos, tanto presentes como futuros. Los que quieren el cambio, en este caso “el pueblo de Egipto, no pueden resignarse a dejar en manos de un destino incierto el curso de la historia, y los que detectan el poder, en este caso el Presidente Mubarak, aspira a impedir desarrollos perjudiciales a su dominio. Si algo no soportan quienes detentan el poder, es dejar de lado el deseo de controlar los eventos, pàra lo cual el conocimiento es una herramienta crucial. De esta aspiración y de nuestro muy humano impulso a explorar lo desconocido y a no rendirnos ante la incertidumbre, nace el intento de prever el futuro.

Debo confesar que no soy un experto en el tema del Medio Oriente, pero en este caso en particular intentare, dado el desarrollo de los acontecimientos que se siguen en esa Región en particular Egipto, identificar los fenómenos que se mueven con rapidez hacia una situación, de manera de que si esas tendencias prosiguen su rumbo podríamos aproximarnos a hacer un pronostico dentro del rango de probabilidades de manera de cubrir tendencias y sus posibles consecuencias tomando en cuenta lógicamente el azar y las consecuencias de este.

La inevitabilidad del colapso en Egipto a causa de una variable externa.

Nadie pensó que en Túnez un país del norte de África con una población estimada para 2008 de 10.383.577 y de religión mayoritaria Musulmana, después de que la policía le confiscara a un joven desempleado de 26 años su puesto ambulante de frutas y verduras por carecer del permiso necesario decidiera inmolarse el 17 de diciembre de 2010 frente al ayuntamiento del pueblo de Sidi Bouzid; se trataba de Mohamed Bouaziz, quien murió en el hospital el 6 de enero. A partir de ese dia ya nada en Túnez seria igual, las protestas y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad comenzaron en esa región, cuya economía se basa en la agricultura y que sufre una alta tasa de desempleo, extendiéndose a varias ciudades del país norteafricano. Comerciantes y estudiantes centraron las manifestaciones las primeras semanas en las calles y en las redes sociales de Internet. La protesta, se centraba en la corrupción del régimen, el ansia de libertad, y el desempleo. El Gobierno comenzó diciendo que era la oposición la que avivaba el levantamiento. Las universidades fueron cerradas para mantener a los estudiantes en sus casas dentro de lo posible el 8 y 9 de enero los enfrentamientos se intensificaron y llegaron a la capital, Túnez, cuyo saldo en cuantifico decenas de muertos (23 según el Gobierno; 66 según organizaciones de derechos humanos)
Para calmar la situación, en un mensaje difundido por la televisión estatal el 13 de enero, el presidente Ben Ali anunció su intención de no optar a la reelección en 2014 y la recuperación de la libertad de prensa y ordenó a las fuerzas de seguridad no reprimir las manifestaciones con armas de fuego. Además, decretó la reducción del precio de los alimentos básicos. El 12 de enero fueron puestas en libertad las personas que fueron detenidas durante los enfrentamientos de días anteriores y el presidente creó un comité para investigar la corrupción en el régimen.
Pese al anuncio del presidente de no presentarse en 2014, el pueblo tunecino mantuvo las protestas en las calles al grito de "¡Fuera Ben Ali!". Un día después del mensaje del mandatario, decenas de miles de personas marcharon hacia la sede del Ministerio del Interior congregándose en torno a una pancarta escrita con letras rojas en la que se Leia: “Ben Ali asesino” gritando consignas contra el presidente al tiempo que entonaban el himno nacional. En torno a las 18.15 horas, Ben Ali  abandono en un avión el país ante la imposibilidad de frenar las protestas cediendo el poder al primer ministro, Mohammed Ghannouchi.

Mubarak y las consecuencias no deseadas de su acción política.
Las protestas se iniciaron el martes 25 de enero cuando los activistas convocaron a un "Día de Furia" contra el gobierno, a pesar de que las manifestaciones en el país son inusuales. Desde entonces continúan en diversas ciudades de Egipto para exigir la renuncia del presidente Hosni Mubarak que está en el poder en el país árabe desde 1981. Sin embargo, en respuesta, el Ejecutivo sacó a los efectivos de la policía y a las tropas del ejército a patrullar las calles y posteriormente decretó el toque de queda en las ciudades de El Cairo, Alejandría y Suez.
El gobierno bloqueó el acceso a Internet y a redes sociales como Twitter y Facebook, que los manifestantes habían estado utilizando para organizar sus reuniones. En su primera aparición pública en medio de la crisis, el presidente defendió el papel de las fuerzas de seguridad en las protestas y anunció el cambio de todo su gabinete pero no dio señales de abandonar el poder.
Las revueltas están frenando uno de los principales ingresos de la economía egipcia: el del turismo. Se ha cerrado el acceso a las emblemáticas pirámides de Giza y miles de turistas han cancelado sus viajes al país o intentan salir de él.
Los ciudadanos que han salido a las calles piden la renuncia de Mubarak. Además, quieren más libertades, más democracia y empleos. Egipto tiene muchos problemas sociales y políticos como el aumento del precio de los alimentos y del desempleo, así como la indignación ciudadana por la corrupción política. Además, según apuntó el corresponsal de la BBC en El Cairo, Jon Leyne, a eso hay que añadir la “profunda frustración en gran parte de la sociedad, que ve que el país ha perdido poder, estatus y prestigio internacional en las tres décadas del gobierno de Mubarak”.

El Desgaste como estrategia.
Hosni Mubarak, de 82 años, es el presidente de Egipto desde 1981. Llegó al poder después de que su antecesor Anwar Sadat fuera asesinado por radicales islámicos en un desfile militar en El Cairo.
En las casi tres décadas que ha ocupado la presidencia de su país, Mubarak se ha posicionado como un aliado de confianza para Occidente y ha luchado contra un poderoso movimiento de oposición dentro de sus fronteras.
Ex comandante de la Fuerza Aérea, Mubarak ha gobernado como un líder casi militar desde que asumió el poder.
Mubarak ha presidido durante un período de estabilidad interna y desarrollo económico que significa que la mayoría de sus compatriotas han aceptado su monopolización del poder. Sin embargo, en los últimos años Mubarak ha sentido por primera vez presión para fomentar las reformas políticas, tanto desde el interior de Egipto como de su aliado más poderoso, Estados Unidos.
Hosni Mubarak se ha negado hasta ahora a renunciar, pero paralelamente ha permitido que los manifestantes salgan a las calles sin que sean reprimidos por el Ejercito lo que le permitira ganar tiempo y lograr que por una parte los manifestantes se cansen y por otro lado organizar a sus aliados de manera de que puedan contraatacar a las masas que lo adversan, al mismo tiempo que  anunció la renovación total de su gabinete; nombrar a un vicepresidente por primera vez, Omar Suleiman director de los servicios de inteligencia egipcios y es visto como una persona apoyada por el ejército, los servicios de inteligencia, las fuerzas de seguridad y Estados Unidos. Suleiman, con un amplio historial militar, es considerado como una alternativa para reemplazar a Mubarak en vista de que  el hijo del presidente, Gamal Mubarak, no podria acceder al poder ante el rechazo del pueblo. También seleccionó al ministro de aviación Ahmed Shafiq como primer ministro. Logrando hasta negocioar con la oposición a reformar la Constitucion del pais con lo cual su estrategia de desgaste le dara al final un margen de maniobra para mantenerse en el poder por mas tiempo. si el gobierno de Egipto, el país más populoso de la región, sucumbe ante el levantamiento popular, las repercusiones se sentirían más allá del Norte de África y el Medio Oriente.
Las protestas en Túnez y en Egipto parecen estar desencadenando un efecto dominó en otros países como Yemen, Jordania y Argelia. Los cambios económicos y sociales producidos por la transición de muchos países árabes del socialismo al capitalismo, y las consecuencias que tales transformaciones han traído son, en mi opinión, “el punto de inflexión” de las revueltas actuales.

La Region
A pesar de que cada país árabe tiene características diferentes, muchos de ellos comparten los mismos problemas como una alta tasa de desempleo entre los jóvenes, alto precio de alimentos, pocas oportunidades de progreso social y económico, corrupción y violaciones a los derechos humanos. Las protestas en Túnez y Egipto podrían provocar una revolución como la que ocurrió tras la caída de la Unión Soviética. En Yemen decenas de miles de manifestantes también están protestando contra el presidente Ali Abdullah Saleh, quien ha estado en el poder desde 1978.
Egipto es el país más populoso en el mundo árabe, con una de las economías y ejércitos más grandes de la región.
Y aunque tal vez ya no ejerce la misma influencia en el Medio Oriente de décadas pasadas, su importancia no se discute y la crisis egipcia ha provocado reacciones en el resto del mundo.
La reacción más esperada era la del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que tras conversar con el presidente Mubarak llamó al gobierno egipcio y a los ciudadanos al diálogo y a evitar la violencia. Además, en un discurso público el mandatario estadounidense pidió a su homólogo que tome medidas concretas hacia la reforma política y social y defendió el derecho de los ciudadanos a ser oídos.
Por otra parte, líderes de Francia, Alemania y Reino Unido instaron en un comunicado conjunto al presidente egipcio a evitar la violencia “a toda costa”.
Si, como demandan los ciudadanos que salieron a manifestarse, el presidente y su gobierno renuncian, se abren una serie de dudas sobre qué sucedería después pero esto a mi modo de ver no ocurrira asi porque Mubarak estrategiacamente lograra el desgaste de los ciudadanos y se mantendra en el poder hasta el mes de septiembre de 2011 mes de la elección presidencial.  En la actualidad, la oposición en Egipto está fraccionada  pero si hubiera elecciones libres y justas, es muy probable que ganasen los Hermanos Musulmanes, un partido oficialmente ilegal pero tolerado en el país y el movimiento opositor a Mubarak mejor organizado. Sin embargo, Mubarak siempre ha apelado a la llegada de un grupo islamista al poder en Egipto para asustar a sus aliados internacionales.
Por otra parte, en el último año se ha sugerido desde diferentes ámbitos que el ex el director General de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Mohamed ElBaradei, como un líder adecuado para dirigir la transición en Egipto y que cuenta con el reconocimiento internacional.
Otros nombres que suenan como posibles futuros líderes incluye al secretario general de la Liga Árabe, Amr Moussa, al recién nombrado vicepresidente, el general Omar Suleiman, un militar – como todos los líderes de Egipto desde que el rey fue derrocado en 1952-.
Respecto a la posición de Estados Unidos, de la Unión Europea y de las grandes potencias occidentales sobre lo que está aconteciendo, Martín consideró que “existe bastante cautela, ya que hay muchos intereses en juego”.
Perder la estabilidad actual de los países árabes puede tener “importantes consecuencias y hacer que los que gobiernen sean movimientos islámicos”, dijo al respecto.
Después de varios años en El Cairo al frente del Servicio de Árabe de Efe, Martín explicó que añoraba en este momento no poder cubrir informativamente las revueltas egipcias, aunque puntualizó que “en la retaguardia se ven las cosas con más tranquilidad”.
En este sentido, comentó que el periodismo de hoy día “adolece de más reflexión y menos actualidad, porque consumimos noticias sin saber por qué”.
Mercado Petrolero alzaron los precios del petróleo se alzaron pero se estabilizaron cuando los mercados entendieron que el suministro exista asegurado y que no hay ningún temor. Todo por el canal de Suez porque alrededor de 3mm de bb pasan por el canal de Suez
La presión esta controlada pero si se extiende la crisis en el medio oriente los precios del BB se pueden disparar

Conclusiones.-

El uso de la estrategia del Desgaste como elemento fundamental para mantenerse en el poder ante la caida inminente de la unidad politica existente. En teoria, la identificacion del punto de tension es relativamente facil por cuanto el sistema politico fue puesto en tension y podria sucumbir si no  modifica las variables que dieron origen al evento.
La multitudinaria presión popular ha demostrado que las autocracias liberales del mundo árabe son unas estructuras vacías y vulnerables en un grado insospechado, debido al comportamiento de unos dirigentes autocráticos y corruptos que a menudo se han enajenado a sus poblaciones y también a los cruciales instrumentos del poder estatal (los ejércitos, las fuerzas de seguridad). ¿De qué otro modo podemos explicar, no sólo el derrumbe de los regímenes de Ben Ali y Mubarak, sino también la presión en favor del cambio en Jordania y Yemen?

También está claro que no va a haber un efecto dominó como han afirmado algunos comentaristas. Aunque las actuales crisis empezaron con protestas multitudinarias contra la escalada de los precios de los alimentos y el coste de la vida, la cuestión que llevó al desafío político fue la furia popular ante la falta de respeto y el desprecio con que los regímenes han tratado a sus poblaciones. La hoghra (arrogancia), junto con la enorme corrupción imperante, ha transformado las preocupaciones económicas por el coste de la vida en exigencias políticas sobre la gobernabilidad. Y es el modo en que los regímenes han manejado esas cuestiones y la pérdida de confianza en ellos de ejércitos y fuerzas de seguridad lo que decidirá si la revolución tunecina actúa o no como catalizador de las irresistibles demandas populares de cambio político.

En algunos países (Irán, Túnez, Egipto, Argelia y Yemen, por ejemplo), la arrogancia del régimen ha sido aguda y descarada; en otros, no. Así, en Marruecos y Jordania, las monarquías conservan legitimidad popular y respaldo institucional; sobre todo, por parte del ejército y las fuerzas de seguridad. En consecuencia, han sido capaces de sortear la tormenta, por más que el rey Abdalah se haya visto obligado a conceder un cambio de gobierno, en gran medida porque pasó por alto una pobre gobernabilidad política en la equivocada creencia de que el cambio económico daría lugar a una evolución política. Marruecos, por su parte, aceptó hace tiempo la importancia de una buena gobernabilidad y del respeto de los derechos humanos, aunque el rey se muestra cada vez más impaciente con la política parlamentaria.

La fuerza de las manifestaciones ha sido impresionante; expulsó al presidente Ben Ali a las pocas horas de que el ejército dejara claro que no dispararía contra los manifestantes y tardó tres días en forzar al dirigente egipcio a la humillante admisión de que también dejaría el poder, aunque según un plazo decidido por él mismo. En cambio, los manifestantes no han sido capaces de articular alternativas claras; y esta debilidad en relación con un propósito y una organización coherentes ha introducido la segunda etapa de la crisis en cada país. En Túnez hubo coherencia en la organización de las manifestaciones a través de las secciones locales de los sindicatos, los abogados y los grupos de derechos humanos, pero las fuerzas opositoras siguen sin tener un programa claro sobre el futuro.

El resultado es que, en ambos países, los núcleos duros del régimen aún están luchando por conservar el poder. El RCD tunecino intenta aprovecharse de las diferencias entre quienes desean la construcción de nuevas instituciones políticas y quienes buscan la normalidad y la estabilidad mediante un compromiso. Aunque se ve obligado a deshacerse poco a poco de las desacreditadas figuras del régimen de Ben Ali, no ceja en sus esfuerzos por guiar la situación con la esperanza de verse reivindicado en las próximas elecciones. En Egipto, el ejército, que busca la estabilidad por encima de todo, se ha erigido en mediador entre la exigencia popular de cambio y el intento del régimen de Mubarak –que se vio también brevemente y sin éxito en Túnez– de fomentar el caos para ilustrar las virtudes del régimen de seguridad. Omar Suleiman, nuevo vicepresidente y supuesto sucesor de Mubarak, apunta hacia la continuidad, aun al precio de una liberalización cosmética.

Esta ausencia de proyecto político pone de relieve dos preocupaciones: una es que la revolución pueda ser capturada por un movimiento político organizado, como ocurrió en Irán en 1979; y la otra que la tan ponderada importancia de los “nuevos medios de comunicación” ha sido muy sobrestimada. Facebook, Twitter, los móviles y Al Yazira han facilitado enormemente los flujos de información y han estimulado la participación popular. Sin embargo, en Egipto, esos medios fueron inutilizados durante tres días y las manifestaciones no se detuvieron porque el boca a boca sigue siendo el medio de comunicación más eficaz. En realidad, algunos sostienen que los “nuevos medios” constituyen una amenaza potencial para la expresión popular porque también pueden proporcionar medios para generar información sobre la protesta susceptible de ser utilizada contra los opositores. La cuestión del papel que ha desempeñado y desempeñarán los movimientos islamistas es de crucial importancia. Como movimientos, no han tenido ningún papel en la organización de las manifestaciones, si bien sus miembros han participado en ellas. También es evidente, tanto en Egipto como en Túnez, que esos movimientos han hecho un extraordinario esfuerzo para subrayar su deseo de participar en un futuro democrático junto con otras corrientes políticas. Tampoco poseen el tipo de respaldo dominante que puede hacer posible el programa alternativo de un Estado islámico. En realidad, los movimientos islamistas moderados de Marruecos y Jordania reflejan ese compromiso con un programa político pluralista, mientras que en Arabia Saudí el rey Abdulah intenta llevar a cabo una cauta pero decidida liberalización frente a la arraigada oposición de los ulemas.

Ello tiene, claro está, profundas implicaciones para los supuestos que rigen la actuación de los gobiernos regionales y actores externos como la UE, los estados europeos individuales y EE.UU. Todos ellos han sostenido desde el 2001 que tras el islam político se oculta el Islam extremista transnacional y que tolerar el primero es aceptar el segundo, con todas las consecuencias en cuanto a efectos indirectos en Oriente Medio y el norte de África. Esa ha sido también la justificación implícita para la aceptación occidental de las autocracias liberales de la región durante décadas: la estabilidad, aunque fuera a costa de la representación democrática, al margen de cualquier valor normativo.

Sin embargo, las experiencias tunecina y egipcia, como la argelina de 1988, no parecen confirmar esa argumentación. Al contrario, sugieren que la exigencia popular en Oriente Medio y el norte de África está preocupada de un modo sincero por la participación democrática y el respeto por el individuo, en línea precisamente con los valores normativos occidentales. El islam condiciona, por supuesto, el entorno social y cultural; pero no es la elección política popular automática, como insiste la retórica oficial europea y estadounidense. Y si el islam político sí fuera la elección popular, ¿cómo podría ser objetado si deseamos respetar la elección democrática? En realidad, la mayoría de los movimientos políticos islámicos moderados se muestran más preocupados por la reforma democrática que por la rectitud moral, como evidencian los ejemplos de Marruecos y Túnez. De modo reciente, los cada vez más complejos movimientos que encarnan el islam político moderado han rechazado el extremismo y han adoptado posiciones que aceptan los resultados democráticos.

Dados los valores normativos abrazados por la UE y los estados europeos, así como los objetivos estadounidenses tal como fueron enunciados en El Cairo por Condoleezza Rice en junio del 2005 y por Obama en junio del 2009, cabría haber supuesto que las recientes revoluciones de Túnez y Egipto serían recibidas con los brazos abiertos. Por desgracia no ha sido así, ni es probable que vaya a serlo. Aunque Europa y EE.UU. respaldarán cautamente la liberalización política porque no pueden aparecer como opuestos a ella sin perder credibilidad en la región, su objetivo primordial será recuperar cuanto antes la estabilidad al precio que sea. Es probable que ambos respalden un movimiento político hegemónico modificado en Túnez y un régimen respaldado por el ejército en Egipto, capaces uno y otro de garantizar la continuidad y estabilidad políticas.

Hay dos razones principales para ello. La primera es que Europa y EE.UU. temen las implicaciones del islam político por la falsa vinculación de todos los aspectos del islam político con la violencia extremista y transnacional. El discurso público en los medios estadounidenses es muy claro en este sentido; y las conversaciones privadas en el seno de la Comisión Europea han subrayado que es una causa mayor de vacilación a la hora de aceptar los recientes acontecimientos de Oriente Medio y el norte de África. Ello, unido a la persistente creencia en la “excepción árabe” (una supuesta incapacidad del mundo árabe para manejar las complejidades de la democracia), refleja la profunda cautela que tiñe en este momento todas las reacciones oficiales en Europa y EE.UU.. A ello se suma un temor bastante equivocado de que el cambio democrático en Túnez y Egipto desencadenará un resurgir de la inestabilidad por toda la región cuando otras poblaciones intenten emular sus experiencias.

La segunda razón está relacionada con los objetivos de las políticas estadounidenses en Oriente Medio, respaldadas en la práctica por los estados europeos y la CE por su actual compromiso con la “relación atlántica”. Egipto ha sido aquí un componente clave en las políticas relacionadas tanto con las preocupaciones de seguridad israelíes y los objetivos nucleares iraníes como con el supuesto desafío de la República Islámica a los estados moderados de la región. El grado de justificación de esos temores dependerá del desenlace de los procesos políticos en curso en Túnez y Egipto. Pero si, como parece probable, en Egipto surge un régimen respaldado por el ejército, este tendrá interés en mantener los objetivos de la política estadounidense. La única política que tendrá que abandonarse, para satisfacer las exigencias internas, es el intolerable bloqueo de la franja de Gaza. Hace ya tiempo que ha demostrado ser inviable y será todo un alivio en Bruselas y Washington, incluso en Tel Aviv, que haya aparecido la oportunidad de enterrar una política ineficaz y moralmente ofensiva que todos saben que nunca deberían haber respaldado.



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